1- Hoy el proyecto nacional se encuentra ante un impasse decisivo. Sabemos lo que queremos defender pero ignoramos lo que queremos conquistar. (*)
El sábado 8 de Junio de 2024 escuché por primera vez en persona a algunos referentes políticos que siempre veía por tele o por internet durante el Tercer Plenario de Pensamiento Nacional y Popular. Fue un gusto asistir así, por ejemplo, a las exposiciones de Victor Hugo Morales, Liliana Herrera o Luis Bruschtein. Perdí la última de Máximo porque me tuve que retirar, aunque no sin antes recorrer la bella Universidad que tiene Lanús en unas magníficas instalaciones recuperadas al ferrocarril. Tal vez por el hecho de no ser yo un militante orgánico, sin embargo, fuera de la obvia gratificación de simplemente estar juntos y dar presente, el motivo y el resultado del plenario sinceramente se me escapó.
El deseo de parar la pelota y empezar de cero a partir de un debate profundo sobre nuestros principios, estuvo en boca de muchos. Pero a la hora de puntuar al menos los elementos a debatir y entablar así una confrontación seria y responsable de ideas, no se plantearon sugerencias concretas. Me quedó entonces un saldo amargo del encuentro, porque tanta uniformidad en tiempos de crisis no resulta a mi criterio un dato muy alentador.
Bruschtein identificó mi estado de ánimo cuando él, muy generosamente, reconoció tener la impresión de estar hablando siempre para la misma gente porque, en líneas
generales, desde el formato mismo el Plenario se trataba de un evento pensado sólo para insistir, en lo que ya sabemos, a quienes ya lo sabemos. Se me ocurre que
mi opinión puede ser medianamente valiosa, en este sentido, a quienes estén interesados en
llegar a más gente. Y sin otra carta de presentación que mi carácter de invitado inorgánico, adelanto por eso algunos de los puntos en los que me gusta constantemente reflexionar y se reducen, básicamente, a por qué perdimos desde antes mismo de perder, y
por qué la solución no pasaría sólo por más militancia o más
kirchnerismo.
2- El pensamiento nacional es ese cuerpo defensivo que intenta evitar que el otro avance antes que avanzar por sí mismo, discutir la mirada del otro antes que desarrollar la propia, pensarse como víctima a ser redimida antes que como potencia a ser desplegada. (*)
El documento “Patria Si” elaborado para el Plenario tiene 30 páginas y la palabra 'Milei' aparece cincuenta y cuatro veces. Tal vez parezca algo que no afecta al contenido, pero esta cuestión si se quiere formal muestra sin embargo para mí, desde el vamos, un alarmante reclamo de auténtico contenido. El personaje que debiera ser simplemente innombrable, aparece en promedio así casi dos veces por página en un documento que se propone sin embargo empoderarnos: eso sólo resumiría el problema en el que como país estamos inmersos. El problema que hizo quedáramos allí estancados, y por el cual a mí al menos me parece que así no hallaremos una salida.
También es cierto que, como dice el documento y ya todos sabemos, el asunto a resolver no es estrictamente Milei
sino que lo dejamos ganar con el mal desempeño del Frente de Todos… Pero ese
sigue siendo un diagnóstico del estado de situación que no alcanza a ser completamente
alternativo. La solución no pasa por culpar a Alberto en lugar de a Milei, porque
entonces la lista es interminable: la culpa es de Cristina por elegir a
Alberto… ¿Y por qué no la de Néstor, por bancar hasta las últimas consecuencias a
Cristina?
Cuando en el mejor de los caso nos atrevemos a la autocrítica, lo más lejos que llegamos es hasta esta manía de hallar traidores a la causa. Como si en nosotros la causa se hallase en cambio siempre en casa. Y es justo este mecanismo lo que obstaculiza no sólo el empoderamiento de los sectores populares sino, también, la posibilidad misma de empezar a pensar lo nacional-popular desde la potencia. Porque en nuestro modo de ser está tan arraigada la tendencia autodefensiva que ni siquiera reparamos que, para ser verdaderamente en común, es preciso revertir la inercia que nos lleva no sólo a defendernos de los otros sino, incluso, de nosotros mismos.
El actual Presidente de Argentina tiene rasgos paranoicos pero no es un dictador: fue elegido por voto popular. Parece una perogrullada, pero resulta algo que prácticamente nunca se toma en consideración al hacer un análisis de la situación actual del país. Quizás la inercia que nos hace culpar a Milei de todos los males, como si de un mantra se tratase, sea resultado del estupor que nos causa reconocer que lo popular, al que creíamos siempre representar, nos dio vuelta la cara y quedamos así offside. Con la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza, sería incluso poco serio justificar nuestra derrota con la excusa de cierto antiperonismo atávico del medio pelo. De modo que la cuestión que deberíamos atrevernos a debatir, siempre según mi humilde opinión de militante inorgánico, es entonces sobre lo popular como tal.
En buena hora, el pueblo - con lo que sea que ello nombre actualmente - nos ha mostrado no poseer una esencia inmutable. La verdad eterna de que el pueblo es peronista ha muerto. Por supuesto, eso no significa tampoco que sea hoy milieista. Sacar al pueblo del pedestal no implica arrastrarlo necesariamente por el piso. Y por eso los análisis de situación que descalifican prontamente ahora lo popular y postulan su derechización sólo expresan falta de voluntad para hallar nuevos criterios interpretativos en un tiempo como el nuestro donde todo cambia minuto a minuto.
El desafío político del s. 21 es hallar un modo de ser en común ciento por ciento original para el cual las categorías decimonónicas de izquierda y derecha quedan por completo desactualizadas. Querer verlo de esta manera es una verdadera apuesta interpretativa, obviamente, pero eso mismo es lo que convierte a lo político hoy en una aventura que desborda los planteos de corte economicista a que nos habíamos acostumbrado y conecta de pronto, de forma impensada, con la potencia expansiva más propia de lo sagrado.
4- La comunidad de nuestro pensamiento nacional es un sistema de inmunidad organizada, o sea un proyecto de defensa y protección ante virus extranjeros cuya principal tarea consiste en garantizar la existencia para un ser nacional-popular no contaminado. (*)
La importancia de un pensamiento de tipo ofensivo, como el que propusieron Damián y Nicolás en sus respectivas reinterpretaciones del pensamiento nacional-popular, consiste en permitirnos entender la militancia desde la potencia. Y entender a la militancia desde la potencia es algo que requiere modificar de forma radical nuestra manera de entender no sólo lo público, sino que exige una transformación total en la concepción de lo que se halle implicado en una práctica política.
La necesidad de pasar a la ofensiva no significa en absoluto recuperar un lugar de vanguardia setentista como en la que todavía muchas veces insistimos. Todo lo contrario, supone simplemente el abandono del paradigma defensivo que termina convirtiéndose en el agujero negro por donde dejamos que se escurra nuestra potencia. El empoderamiento que hoy buscamos, en consecuencia, debiera empezar reconociéndonos a nosotros mismos encerrados en un círculo vicioso cuando nos abocamos a identificar enemigos: llámense Milei, Alberto, o el auge de la ultraderecha.
Lograr abrirnos al necesario contagio con todo aquello que hoy muy probablemente no entendemos por supuesto del todo, y aún cuando se nos presente quizás en cierta forma como último recurso, resulta sin embargo por eso el camino desde el pensamiento nacional al de la militancia, ese que iniciaron Damián y Nicolás y hoy exige ser transitado recorriendo, más ajustadamente en esta etapa, el trecho que va desde el pensamiento que confiaba ciegamente en la potencia de lo popular al que ahora buscará, si Dios así lo quiere, explorar y desarrollar el carácter popular de la potencia.
5- ... si partimos de la dominación para inventar la emancipación obtenemos un modesto resultado: nuestro programa será la resistencia, el pensamiento crítico o respuestas similares. Contrariamente, el pensamiento de la militancia (que reemplaza al pensamiento nacional) no teme hacerse cargo de un programa ofensivo, caracterizado por la expansión, la conquista y la organización de la comunidad. (*)
Pasar a la ofensiva no significa otra cosa que abrirnos al contagio resignando la defensa de todo aquello que aún damos por incondicionalmente verdadero. Quien suponga que ello requiere entregar nuestras banderas, siempre según mi humilde opinión, nunca entendió la apuesta de una comunidad organizada. Porque organizarse jamás se traduce en protegernos - como lamentablemente se lee, sin embargo, en la página 22 del documento Patria Si - sino, todo lo contrario, en asumir el carácter contingente de todas las verdades que literalmente sostenemos y, muy en especial, esa idea que abrazamos al comienzo - quizás demasiado ciegamente - de que la Patria es el otro.
Hay algo en la manera como dimos por sentado nuestro ser en común que provoca una reacción visceral negativa en un porcentaje importante de la población. Por eso, de nada serviría hacer del contagio ahora una burda herramienta para imponer sigilosamente a la población en general nuestra forma de ser y de pensar. Justamente al revés, lo que el pensamiento de la militancia propone es dejar de considerar a nuestra práctica política bajo el burdo y tradicional esquema de agentes y pacientes. El contagio es algo que no circula tanto ya por las palabras como por el cuerpo. Y por eso, antes que aprender ahora a dominar esa forma de comunicación digital que tan bien maneja el adversario, nuestro desafío pasaría entonces por proponernos mejorar todavía lo que quizás mejor ya sabemos: afincar nuestro ser en común desde la corporalidad.
Decir Patria Si es un aprendizaje. Que no es en absoluto tarea sencilla lo demuestra el estar tozudamente intentándolo desde hace doscientos años. Un buen paso ha sido empezar admitiendo, por supuesto, que no basta con proclamar Colonia No. Pero afirmarnos, sin necesidad de negar al mismo tiempo lo que no somos ni queremos, es algo que requiere de ahora en mas un coraje y nobleza a toda prueba.
(*) Nicolás Vilela, Comunología, Cuarenta Rios, 2021
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