"El humanismo consiste en querer cambiar el sistema ideológico sin tocar la institución; el reformismo en cambiar la institución sin tocar el sistema ideológico. La acción revolucionaria se define por el contrario como una conmoción simultánea de la conciencia y de la institución; lo que supone que se ataca a las relaciones de poder allí donde son el instrumento, la armazón, la armadura". M. Foucault.
1- Los filósofos distinguen dos maneras de concebir la justicia: la distributiva (que sólo toma en cuenta las diferencias de mérito) y la justicia como equidad (que apunta a la igualdad de oportunidades). Básicamente, son las posturas que sostienen lo que conocemos entonces como políticas de 'derecha' y políticas de 'izquierda'. Pero las diferencias entre ambas parecen, como a diario vemos, irreconciliables entre sí, y la forma de entenderlas incluso a cada una de ellas por separado resulta buen pretexto para discusiones irreconciliables y fanáticas. Muchos pretenden por ello que lo político como tal no merece mas atención que la que se presta a un circo. Aunque hay otra opción, tal como la pensamos en Biodanza, que consiste en ofrecer y basarnos en una nueva forma de justicia que apunte y juzgue no ya a lo que ocurre fuera nuestro, como hacen las posturas políticas tradicionales, sino a nuestra progresiva apertura al otro.
En Biodanza consideramos preciso enfocarnos en un “re-aprendizaje de las funciones originarias de vida”. Entendemos que nuestros conflictos como individuos no son justamente individuales sino que tienen hoy relación directa con una sociedad que se basa y reproduce una cultura contraria a la vida. Cómo caracterizamos esa enfermedad social, sin embargo, y qué tipo de relación tiene ella con la individual, son cuestiones a las que nos vemos enfrentados, lo queramos o no, a responder de una u otra manera a diario. Y prácticamente no hace falta hacer Biodanza para saberlo o, mejor dicho: justo porque Biodanza aborda el problema de la relación que haya entre nuestros conflictos personales y los de una cultura enferma es que recibe una simpatía casi siempre inmediata por parte de cualquiera que asiste a una de sus clases por primera vez.
A diferencia del pensamiento utópico del s. 20, entonces, que atribuía a la transformación de las relaciones productivas la condición indispensable para el surgimiento del ‘hombre nuevo’, en Biodanza consideramos que un cambio social sólo podría ser verdaderamente eficaz promovido y acompañado del individual. ¿Sigue siendo propiamente ‘revolucionaria’ una propuesta, sin embargo, que pone en segundo plano la supresión de la explotación?... Y en caso de respuesta afirmativa a este primer interrogante: ¿qué novedoso tipo de inserción ‘revolucionaria’ habilitaría?... Estas son cuestiones debatibles y, aunque tal vez no hagan al crecimiento personal en forma inmediata, cuando algo en nuestro entorno altera completamente nuestra apuesta por la vida podría sernos de gran ayuda clarificar para evitar confundir la apuesta biocéntrica con la de un mero coaching.
En Biodanza consideramos preciso enfocarnos en un “re-aprendizaje de las funciones originarias de vida”. Entendemos que nuestros conflictos como individuos no son justamente individuales sino que tienen hoy relación directa con una sociedad que se basa y reproduce una cultura contraria a la vida. Cómo caracterizamos esa enfermedad social, sin embargo, y qué tipo de relación tiene ella con la individual, son cuestiones a las que nos vemos enfrentados, lo queramos o no, a responder de una u otra manera a diario. Y prácticamente no hace falta hacer Biodanza para saberlo o, mejor dicho: justo porque Biodanza aborda el problema de la relación que haya entre nuestros conflictos personales y los de una cultura enferma es que recibe una simpatía casi siempre inmediata por parte de cualquiera que asiste a una de sus clases por primera vez.
A diferencia del pensamiento utópico del s. 20, entonces, que atribuía a la transformación de las relaciones productivas la condición indispensable para el surgimiento del ‘hombre nuevo’, en Biodanza consideramos que un cambio social sólo podría ser verdaderamente eficaz promovido y acompañado del individual. ¿Sigue siendo propiamente ‘revolucionaria’ una propuesta, sin embargo, que pone en segundo plano la supresión de la explotación?... Y en caso de respuesta afirmativa a este primer interrogante: ¿qué novedoso tipo de inserción ‘revolucionaria’ habilitaría?... Estas son cuestiones debatibles y, aunque tal vez no hagan al crecimiento personal en forma inmediata, cuando algo en nuestro entorno altera completamente nuestra apuesta por la vida podría sernos de gran ayuda clarificar para evitar confundir la apuesta biocéntrica con la de un mero coaching.
2- Biodanza genera, concreta y tangiblemente, las condiciones necesarias para una peculiar asociación grupal – eso que cariñosamente nosotros llamamos “tribu” – que resulta muy a tono con importantes desarrollos teórico-políticos contemporáneos. ¿Qué tipo de unidad, qué tipo de lazo social crea o propone una asociación, como la nuestra, cuyos miembros - con todas las lógicas limitaciones del caso - se comprometen a hacer de la autenticidad su forma de vida?... Aún cuando, por supuesto, la nuestra no sea una propuesta política estrictamente hablando, es indudable que ella presenta y representa por sobre todas las cosas la necesidad de hacer - o pretender – una poética del encuentro humano en general. Y la vivencia de dicho calificado encuentro no puede sino perfilarse siempre como a trasluz, entonces, de una sociedad en la que el encuentro mismo, como tal, no sólo carece por definición de la gratuidad de la poesía, sino que tiene básicamente al intercambio como principio.
Contra todo intento de excusar o proteger a las personas de las dificultades propias de la sociedad contemporánea, Biodanza rechaza de entrada y de manera explícita ese aislacionismo contemplativo tan caro a las posturas espirituales tradicionales que renegaron de lo social, sin atender a nada que no fuese un contacto inevitablemente abstracto con la trascendencia. Y este delicado equilibrio que nos exige tomar nota, por un lado, de la relación que existe entre la desconexión con la vida que notamos a nivel personal junto con los valores anti-vida que rigen a nuestra sociedad, sin renegar por ello, a la vez y por otro lado, de la posibilidad de amar y de apostar, incluso, por una sociedad íntegramente regida por principios biocéntricos, no puede recibir otro nombre que ‘resistencia’.
Danzar la vida supone necesariamente resistir: no nos apartamos nunca de la sociedad sino que, conociendo eso que de ella nos aplasta y embrutece, nos esforzamos por evitar su trampa para permanecer más profundamente aún dentro de lo social aprendiendo a ser verdaderos con el otro, íntimamente convencidos como estamos de que solos y por nuestra cuenta no llegamos a ningún lado. Para quienes queremos danzar la vida, la cuestión más importante por eso ya no es tanto por qué resistir sino, mas bien, cómo no resistir y, sobre todo, cómo seguir resistiendo sin rendirnos.
Contra todo intento de excusar o proteger a las personas de las dificultades propias de la sociedad contemporánea, Biodanza rechaza de entrada y de manera explícita ese aislacionismo contemplativo tan caro a las posturas espirituales tradicionales que renegaron de lo social, sin atender a nada que no fuese un contacto inevitablemente abstracto con la trascendencia. Y este delicado equilibrio que nos exige tomar nota, por un lado, de la relación que existe entre la desconexión con la vida que notamos a nivel personal junto con los valores anti-vida que rigen a nuestra sociedad, sin renegar por ello, a la vez y por otro lado, de la posibilidad de amar y de apostar, incluso, por una sociedad íntegramente regida por principios biocéntricos, no puede recibir otro nombre que ‘resistencia’.
Danzar la vida supone necesariamente resistir: no nos apartamos nunca de la sociedad sino que, conociendo eso que de ella nos aplasta y embrutece, nos esforzamos por evitar su trampa para permanecer más profundamente aún dentro de lo social aprendiendo a ser verdaderos con el otro, íntimamente convencidos como estamos de que solos y por nuestra cuenta no llegamos a ningún lado. Para quienes queremos danzar la vida, la cuestión más importante por eso ya no es tanto por qué resistir sino, mas bien, cómo no resistir y, sobre todo, cómo seguir resistiendo sin rendirnos.
Resistir, en nuestro caso, consiste sin embargo no tanto denunciar o protestar contra la injusticia de un sistema anarco-capitalista que siempre está a favor de la especulación financiera y las grandes corporaciones, sino en hacer lo posible para aprender a formar parte activa de esa ‘masa crítica’ que resulte capaz, como nos señaló Rolando Toro, de dar vuelta el marco de situación contemporáneo. Lo bueno del caso es que este mismísimo sentido afirmativo de resistencia ejercido en Biodanza consciente o inconscientemente es al mismo tiempo uno de los ejes temáticos de quien se cuenta entre los mas influyentes teóricos del s. 20: Michael Foucault.
3- A Foucault se lo conoce como el filósofo del poder. Sin embargo, él no pensó propiamente al poder sino a las ‘relaciones de poder’, porque el poder no es justamente algo localizable. Según Foucault, no poseería un lugar desde donde se irradia sin posibilidad alguna de ser resistido, sino que es algo que ocurre siempre en relación y que, como tal, supone inevitablemente entonces la resistencia. Por eso es que su advertencia temprana respecto de la manera como ejercer este resistir resulta para nosotros hoy de una claridad paradigmática:
“No exijan de la política el restablecimiento de los derechos del individuo tales como los define la filosofía. El individuo es producto del poder. Lo que hay que hacer es des-individualizar por medio de la multiplicación, el desplazamiento, el ordenamiento en combinaciones diferentes. El grupo no ha de ser un lazo orgánico que una individuos jerarquizados, sino un constante generador de des-individualización”
Tanto para la Física como para el lenguaje de entre casa, el concepto ‘resistencia’ resulta complementario al de ‘fuerza’: resistir sería así esa fuerza que se opone o contrarestra otra fuerza de sentido contrario. Nada mas alejadas entonces que las nociones de fuerza y oposición para calificar una práctica biocéntrica que se pretende no violenta, en primer lugar, y por sobre todo no dualista. Ese concepto negativo de ‘resistencia’ aplicaría muy bien a una práctica armada o de una política partidaria, por supuesto, pero nunca a la forma en que, por ejemplo, nos negamos a participar de un hecho discriminatorio en una salida con amigos o abogamos, simplemente, por hacer de nuestro lugar de trabajo uno donde la afectividad esté presente.
Esta concepción afirmativa de resistencia es sumamente novedosa pues rompe con la imagen tradicional del poder represivo que servía de base a los esquemas revolucionarios clásicos y, según Foucault, sobre todo a sus lamentables derivaciones totalitarias. El poder, para Foucault, es incondicionalmente productivo: esto significa que no es el cruel represor nunca de una supuesta esencia humana que debería, en consecuencia, ser liberada, sino que es preciso verlo, al revés, como un entramado productor de subjetividades. Y en nuestro tiempo, dice Foucault, ello ocurre porque opera especialmente ya no tanto sobre los individuos en sí mismos como sobre sus actos.
El concepto con el que Foucault nombró este modo de ejercerse las relaciones de poder, ‘biopolítica’, tuvo enorme influencia en varias elaboraciones teóricas posteriores, tales como las de G. Deleuze, G. Agamben y R. Espósito. El control sobre la vida en que consiste justamente la biopolítica es, para todos estos autores, la forma refinada que adquieren unas relaciones de poder que no precisan ya recurrir hoy a métodos coercitivos disciplinarios pero que sí controlan, con mayor grado aún de efectividad, al haber borrado la distinción entre la vida biológica y la vida política de las personas.
Pero la vida, como bien sabemos quienes estamos dispuestos a danzarla, es justo la desmesura que, por definición, resiste naturalmente todo tipo de control: lo que escapa a cualquier posible anticipación, y lo que siempre sorprende porque no acepta clasificaciones tranquilizantes. Comprender que no necesitamos liberarla, en consecuencia, sino expresar simplemente al mayor grado su potencia, es clave para salir de la trampa en la que el control biopolítico nos hace caer, vez tras vez. La resistencia no resulta algo que se opone al poder, sino algo que el propio poder supone, y el máximo grado de potencia de la resistencia vital no se confunde con algo neutral por fuera de las relaciones de poder:
“Es preciso subrayar que no pueden existir relaciones de poder mas que en la medida en que los sujetos sean libres. Si uno de los dos estuviese a disposición del otro completamente y se convirtiese en una cosa suya, no existirían relaciones de poder… Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia.”
4- Danzar la vida es iniciar, en le medida de nuestras posibilidades, un camino intermedio entre la represión que soportamos y la opresión que podemos generar, donde lo que importa ya no es tanto ser o no funcional a una sociedad enferma como el poder servir y ser fuente de estímulo a quienes pretendan, como nosotros, aprender a resistir poniendo la vida al centro.
La resistencia biocéntrica consiste por todo ello, y a modo de conclusión, una manera de entender lo ético desde una perspectiva política. Por supuesto, no toda propuesta ética califica como política: cuando estimula la confianza en un mundo mejor como una creencia ciega permanece inevitablemente dentro de la lógica por las cual las relaciones de poder derivan en relaciones de dominio. Una propuesta ética consiste una forma de resistencia, al contrario, sólo cuando toma conciencia de que su substancia, la integración, resulta sistemáticamente boicoteada por una lógica fosilizada de las relaciones humanas que habilita y reproducen no sólo las instituciones, sino todo un entramado social dentro del cual estamos, para bien o para mal, todos involucrados.
(*) Artículo publicado en Revista de Biodanza N' 7, en la primavera de 2016
Exquisito articulo...... dignifica y profesionaliza nuestra tarea.... sobretodo en instituciones que necesitan estos escritos para permitirse danzar.....
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